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El rol de los seguros en el cambio climático

Parece haber ocurrido hace mucho tiempo, pero fue a comienzos de este año que Australia sufrió los peores incendios en su historia. Hace pocos meses los cielos de California se tornaron de un apocalíptico naranjo, con el humo cubriendo las clásicas postales de la costa oeste norteamericana. En Chile todavía está fresco el recuerdo del avión Supertanker y sus labores en el centro sur del país. En el norte, por otro lado, los aludes han sido cada vez más frecuentes y violentos con su destrucción.

 

La comunidad científica hace ya muchos años llegó a un consenso de que la temperatura global ha aumentado alrededor de 1º C desde 1900. Las predicciones futuras varían en su pesimismo, pero es probable que sumemos al menos un grado más para el 2050. Este aumento de temperaturas, sumado a la deforestación (que disminuye la humedad presente en el aire), aumenta la probabilidad de que ocurran incendios de proporciones terroríficas. La disrupción del ciclo del agua (fruto de la deforestación y de la disminución de los reservorios de hielo) nos lleva a ver inundaciones, aludes y ríos sin agua en la temporada seca. Es decir, los fenómenos climáticos usuales han ido, continuamente, aumentando su impacto.

 

El fenómeno que suele dejarse pasar, sin embargo, es que además aumenta la impredictibilidad de estos fenómenos. Al pensarlo un momento se intuye el por qué: la historia climatológica del último siglo no nos sirve para modelar el mundo actual, ya que las complejas interacciones presentes en la biósfera han mutado hasta dejarnos en terreno desconocido. Un agricultor que debe proteger sus cosechas de los granizos, de las heladas, de las olas de calor, se ha visto paralelamente más asediado por estos fenómenos y más sorprendido, ya que llegan en momentos del año donde antes no ocurrían.

 

Hay dos importantes caminos para sobrevivir al cambio climático. El primero es combatirlo, buscando reducir las emisiones. El segundo es adaptarse. Usar semillas más resistentes a las heladas o que requieren menos agua, proteger edificios ante tormentas más violentas, etc. Y, además, el cubrir los nuevos riesgos de modo que el fenómeno pueda ser absorbido por la sociedad, con el riesgo siendo asumido por partes que pueden absorberlo sin quebrar. Es decir, asegurarse.

 

En 2013 la Comisión Europea —en conjunto con la Agencia Medioambiental Europea (EEA, por sus siglas en inglés)— publicó su green paper acerca del rol de los seguros para la cobertura de desastres naturales y de origen humano. En este, se consideraba a los seguros como elemento clave en el proceso de adaptabilidad climática. 

 

La industria tiene (y tendrá cada vez más) un rol protagónico al momento de estimar las probabilidad de ocurrencia de eventos catastróficos ligados al cambio climático y, posteriormente, señalizar los riesgos estimados a través de primas y coberturas.

 

En un documento del 2018, la Comisión Europea señala que hay ciertas características que llevan a una alta eficiencia en costos para los seguros del mundo privado. Entre ellos se indica, principalmente, la combinación de múltiples riesgos climáticos (inundaciones, tormentas, granizo, etc.), la conexión en la compra de seguros con productos más comunes (seguros de incendio, créditos hipotecarios), y la colaboración entre el mundo privado y público en temas como el reaseguro, la comunicación de datos relevantes y la división de responsabilidades.

 

La industria de los seguros deberá liderar este movimiento de adaptación al nuevo clima global. Sin embargo, los stakeholders que deberán entrar a la discusión serán muchos más: gobiernos, ONGs, organizaciones internacionales, líderes económicos, agricultores, pequeños comerciantes, etc. Solo así seremos capaces de entender realmente cuáles son los nuevos riesgos que se aproximan, y estaremos cubiertos para el día en que estos se hagan una realidad.

 

Para terminar, un claro ejemplo de un approach novedoso para catástrofes causadas por el cambio climático es el de los seguros paramétricos. Son productos que cubren pérdidas sin tener que ocurrir, necesariamente, una pérdida material: basta con que algún parámetro (por ejemplo, milímetros de lluvia o temperatura) salga de los rangos acordados. Gracias a esta simplificación, es posible reducir costos administrativos (al evitar peritajes e inspecciones y simplificar el monitoreo de las variables relevantes), además de ampliar el acceso a coberturas difícilmente amparadas bajo los seguros tradicionales. Puedes leer más detalle de estos seguros aquí.